Como para mucha gente, había algo de innevitable en jugar a Return to Monkey Island.

Supongo que hay un cúmulo de circunstancias más o menos lógicas, como el tan integrado factor nostalgia o el condicionamiento derivado de la experiencia pasada, pero, a pesar de la voracidad inicial, se me ha quedado un regusto amargo, de esos a los que les hace falta un postrecillo rico para poner la guinda.

Return to Monkey Island no es una mala aventura point & click pero no me ha parecido especialmente sesuda ni ingeniosa, tampoco graciosamente absurda ni hilarante. Está, que no es poco, después del olvidable Thimbleweed Park, pero Monkey Island 1 y 2 son genuinamente únicos y no sé hasta qué punto es necesario seguir tirando del hilo.

Es cierto que hay, sin duda, una cierta intencionalidad de dignificación aquí, de enderezar el rumbo después de algunos titubeos, pero parece claro que la idea no es despedirse por todo lo alto y hacer una reflexión última, sino abrir una puerta a la exposición de ciertos temas que, ya con cierta edad y perspectiva, como Guybrush, nos suenan.

El principal problema, para mí, es pensar en la relevancia de lo que aquí se expone, si es realmente necesario tal y como se plantea y si no se ha hecho ya, más y mejor, tal y como me parece.

Al final, me pesa más la redundancia y lo anecdótico, lo insulso y la falta de cierta innovación. Todo ello envuelto, eso sí, en un bonito papel de regalo que se abre con ganas.

Reviewed on Mar 04, 2023


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