Llegué hasta el búho. Tristemente tuve que elegir entre conservar mi cordura o mi orgullo, y la primera vale más que la segunda. ¿Cuál era mi objetivo siquiera? Soy sólo un ser humano, ¿Cuál es siquiera el propósito de intentar desafiar a Dios? Vivimos en un universo infinito donde no somos más que una partícula en una mancha de polvo en un rincon arbitrario del universo, como humanos tenemos limitaciones, y una de ellas es nuestra incapacidad de equipararnos, entender y comunicarnos con seres divinos.

Pero a veces intentamos vencer nuestras limitaciones, por más impenetrables que puedan parecer. ¿Con qué fin? Ninguno, quizás. ¿Los propósitos existen como tal? ¿Tienen un peso inherente? Al final del día eventualmente nuestros cuerpos se van a pudrir y tendremos que enfrentarnos a lo que sea que haya tras el horizonte, y no sé qué es lo que podamos llevarnos al otro mundo. Pero tenemos un ego que, en nuestro corto paso por esta danza cósmica que llamamos vida, pide ser alimentado constantemente, y es lo esperable de un humano corriente y sano el no estar conforme con su vida y sus condiciones y querer algo más. Quizás este algo sea simplemente una luz a la distancia, inalcanzable a nuestra mano, pero ella nos llama. Ésta se aleja cada vez más, y nosotros cada vez con más fuerza intentamos agarrarla con el brazo.

A veces esa luz se ve como una pelota de beisbol.

Reviewed on Sep 27, 2022


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