Dígamoslo claro: el diseño artístico parece simplón, pero es de largo lo que arrastra a seguir jugando. No solo hay momentos ingeniosos y diseños únicos, sino que el mimo con los personajes, sus decisiones y la forma en cómo Obsidian juega con la tipografía hace de esto muy disfrutable. Mi problema viene con la irregularidad del juego a la hora de narrar lo que desea. Me gusta muchísimo el juego de cambios de género constantes entre uno y otro dentro del marco de la historia, pero, a su vez, creo que funcionan más los golpes cómicos y las travesuras de los personajes que los momentos más sutiles o los más dramáticos (a excepción de un par que están bastante bien). Honestamente, pero, hay otros momentos que a veces se hacen muy coñazo, y otros que son predecibles, y al final reconozco que he acabado con sabor agridulce, sobre todo en el tercer acto. Apuntaba a ser de los mejores juegos del año para mi gusto, y, aunque decente, le faltaba un par de repensadas para poder ser algo realmente especial.