Gran parte de que esta caja de arena funcione es gracias a la inteligencia artificial. Se trata de un tipo de IA, común en los 80, perdida (no se si para siempre) en algún punto de la historia. A cada nivel notas cómo sube la dificultad a través del comportamiento de los enemigos. Percibes su agresividad aumentando de forma sutil pero evidente. Antes, un Pooka que no te alcanzaba al girar, ahora se te anticipa y te arrincona sin que te des cuenta. Exprime la virtud de ser a tiempo real, con variables analógicas de las que se reflejan en los márgenes, imposibles de replicar en una adaptación por turnos. Contrario al tipo de acción que se destila hoy en día en juegos de "estilo retro", de patrones a los que hay que responder de forma concreta, que bien podrían adaptarse a acción por turnos sin perder nada en el camino. La IA en Dig Dug es atrevida, te lanza bolas curvas, pero es a su vez predecible con la experiencia. Nada fácil de poner en texto, simplemente una respuesta natural que desarrollas a base de convivir con estas criaturas. Comienzas a comprender cómo se comportan ante ciertas situaciones y lo aplicas en el contexto inmediato y siempre variable que proporciona la mecánica de cavar tus propios senderos. Con el paso de las partidas te ves trazando calles trampa o bucles donde marear a un enemigo y ganar espacio y, cuando te sientes con confianza, te vuelves más ambicioso en tus planes a medio plazo. Buscas que te sigan en fila india la mayor cantidad de monstruos para dejar caer esa roca que has estado reservando desde el comienzo del nivel. Es planificación sobre la marcha y es improvisación. Es riesgo-recompensa gracias a la forma fluida de puntuar. Es sencillez en presentación y sofisticación oculta. Es honestidad al presentar toda la información en pantalla y pillería al esconder las leyes invisibles que rigen el comportamiento de los enemigos. Es esencia pura del arcade.

Reviewed on Sep 05, 2023


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