Poco más de 105 horas me marcaba Switch anoche después de ver los créditos del juego y estaba tan impactado por el tramo final que me quedé casi en shock de estar asumiendo que acaba de completar uno de los mejores juegos a los que he jugado nunca.

The Legend of Zelda: Tears of the Kingdome es el ejemplo, con mayúsculas, de por qué me gustan los videojuegos. La genial sensación de aventura y exploración sólo se ve multiplicada por una escala y mapa que lo convierten en, prácticamente un juego que va a ofrecer más y más siempre.

Nintendo sabe, demasiado bien incluso, como manipular al jugador más aventurero y darle siempre de una manera, más o menos sutil, un alto en el camino que la mayoría de las veces le va a llevar a la otra punta del mapa y seguir haciendo cosas durante días antes de recordar que había una misión principal de por medio.

Además, la historia, algo que cojeaba en su anterior juego, ha recibido una mejora muy considerable y todo es mucho más coherente, interesante y con unos momentos tremendamente memorables y pueden poner los pelos de punta incluso a los fans más veteranos de la franquicia.

Las nuevas mecánicas son toda una oda a la inventiva y resolución. No exista una manera más correcta que otra de resolver los acertijos de turno, Tears of the Kingdom te permite probar lo que te de la gana, por loco que sea, a tu manera.

Y funciona, no existe la opción de que esa combinación de poderes, fusión de objetos o armas sea imposible para el sistema, te deja probar si ese intento te vale a ti como jugador y si cumple lo que pensabas, pero te deja intentar lo que quieras sin ningún problema.

A partir de ahora será casi imposible ir a otro juego de aventuras y no sentirse atado de pies y manos cuando necesites salir de una situación, ya sea escapar de un lugar, solucionar un acertijo o combatir contra enemigos. El cerebro te recordará como podría hacerse en Tears of the Kingdom.

La gran pega que se podría seguir arrastrando aquí es el tema de las armas y, si no te gustó en el anterior aquí, al menos te puede disgustar menos (o más según se mire) ya que al poder combinar armas con cualquier cosa siempre vas a tener una excusa para coger un arma nueva y fusionarle un objeto distinto.

El contenido del juego es inabarcable, siempre hay algo que hacer, explorar o intentar, y es casi más una batalla por desgaste contra el jugador ofreciendo misiones para que se acabe sintiendo satisfecho por empacho, que llegar en algún momento del juego y que no haya más que hacer.

Creo que mi pega puede venir en las recompensas de algunas misiones ya que el coste de completarlas puede ser muy superior al del premio recibido y que, con la excusa de ser un auténtico aventurero, hayan demasiadas cosas en el aire sobre información en general.

No está de más algún log informativo detallado con información general para no estar contando cosas en el mapa, pero es que en realidad lo digo muy por lo bajo porque es que todo, absolutamente todo lo que hace (y bien además), es de un nivel brutal.

Este es uno de esos juegos de los que me voy a acordar por sentir que están hechos para mí y no negarme nunca la posibilidad de explorar y probar locuras a mi antojo y, cuando me quiero poner serio, seguir recibiendo una señora historia que jamás pensé que resultaría tan impactante.

En resumen, The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom representa muchas cosas para el tipo de jugador que soy, y me va resultar muy difícil no verlo de aquí en adelante como el mejor ejemplo de lo que debe ser un videojuego.

Reviewed on Jun 25, 2023


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