Hotline Miami es un juego valiente. Con una ambientación ochentera, centrada en la Miami de las tramas criminales, nos ponemos en la piel de Jacket, un tipo que recibe unas extrañas llamadas en su contestador que le instan a coger su DeLorean, llegar a una localización concreta y reducir a una masa de cadáveres al operativo de la mafia rusa que se encuentra allí.

El juego se estructura en niveles cerrados con vista cenital isométrica en los que el objetivo es matar a todo el mundo y volver a casa. El gameplay está pensado para un control preciso y reglas muy concretas que, en cuanto aprendes a sacarles partido, el juego se convierte en un baile de sangre y cuerpos desmembrados.

La progresión se realiza fundamentalmente mediante las máscaras, que obtienes tras los niveles y te aporta cada una un beneficio, lo que te permite explorar qué máscara podría ser útil en cada nivel y adaptar tu estilo de juego para conseguir una mayor puntuación.

La puntuación en realidad no es tan importante a no ser que te apetezca tomártelo hardcore, porque lo verdaderamente importante además del propio gameplay es la narrativa, que en los breves interludios entre masacre y masacre poco a poco va revelando que algo no va bien. Pero no va bien no a nivel “esto es chungo”, sino a nivel ontológico, a nivel “esto empieza a no regirse por las leyes de una realidad coherente”. Y ése es el segundo juego al que juega Hotline Miami, a que intentes encajar qué está pasando, usando una vez más el ya explotadísimo recurso de la ambigüedad narrativa que tanto usan los indies y que tan bien les ha funcionado a algunos juegos como Yume Nikki y OFF para hacer crecer sus comunidades a partir de especulación y teorías. Hotline Miami también se encuentra en una situación parecida, porque aunque la gente llegue por la ambientación psicodélica, el gameplay trepidante y contundente y la música pegadiza y machacona de su impepinable banda sonora, lo que acaba dando vueltas en su cabeza son las posibles explicaciones que pueden darle lo que sea que acaban de jugar.

En contraste con la ambigüedad caótica de la presentación del argumento, la narrativa también encuentra espacios para lanzar mensajes contundentes. Y es que la valentía de toda la premisa reside en su tratamiento de la violencia. Hemos visto muchas reflexiones sobre la violencia, pero la que invita a hacer Hotline Miami es brutalmente honesta. En cierto punto del juego te preguntan “¿Te gusta herir a otras personas?” y, prácticamente, se puede conducir todo un análisis temático sobre la violencia usando ese interrogante como premisa.
Al acabar los niveles toca volver al DeLorean y, de camino, ver la masacre que hemos provocado, esta vez sin la adrenalínica banda sonora que nos acompañaba mientras ensuciábamos el suelo con los fluidos de los pobres desgraciados que se cruzaron con nuestro avatar en el nivel. El juego es plenamente consciente de que su universo simbólico orbita alrededor de la violencia pero en lugar de intentar lanzar una consigna moralista, la cual le pondría difícil esquivar la hipocresía y haría digna la mención de la famosa disonancia ludonarrativa, decide recrearse en ese aspecto. Los desarrolladores saben cuánto tiempo has pasado matando gente y la pregunta que te lanzan es: ¿Por qué? ¿Por qué matas sin explicaciones? ¿Por qué te gusta pasar tiempo haciendo esto? Esto es muy similar a cómo OFF exploraba la estructura semiótica del videojuego: siempre hacia adelante. Pero Hotline Miami lo lleva más allá. En ocasiones parece ser consciente de que te da igual la historia, de que sólo quieres seguir adelante y seguir matando. Pero no se queda ahí, Hotline Miami no esquiva su propia bala. Los desarrolladores asumen su parte y saben que se les podría preguntar ¿Por qué has pasado tanto tiempo diseñando un juego sobre matar? La pregunta es en primera persona del plural. ¿Por qué nos gusta matar (en los videojuegos)?

El cuidadoso posicionamiento de cada elemento narrativo permite hacer muchas más lecturas, por ejemplo, a través de las máscaras hablar de la identidad, la relación entre la avataridad y la violencia, explicaciones más o menos concretas sobre qué ha podido pasar o análisis simbólicos varios. El juego provee todos estos elementos para seguir jugando con ellos cuando se termina.

Sólo puedo concluir diciendo que Hotline Miami es un juego valiente a la vez que conservador, brutalmente honesto al llamar la atención sobre su propio conservadurismo y que, con una historia que en realidad es muy simple, sabe utilizar su ambientación y narrativa para convertirlo en algo mucho más complejo para seguir en nuestras cabezas por algo más de las 5 horas que dura el juego aproximadamente.

Reviewed on Oct 07, 2023


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