La carrera armamentística por crear el mejor indie roguelike de cartas nos ha dado Griftlands, un juego con tantas mecánicas y sistemas dentro de la ya trillada fórmula Slay the spire que contarlas aquí es más del tiempo que se tarda en ir a Steam y comprarlo y empezar una run.

El as debajo de la manga de Griftlands está en ser además de un gran deckbuilder un RPG buenísimo dentro de sus pequeños confines de run de hora y pico. Cada partida está llena de decisiones interesantes, diálogos divertidos, un sistema de karma tan afilado que viene para pincharte en el culo cuando menos te lo esperas... ¡Si incluso las cartas son como tiradas de dados por aquello de dañar dentro de un rango!

Porque hasta cuando pierdes una run de 2 horas porque me cago en la leche qué decisión más tonta meterme en esta pelea cuando no debía o cómo se me está atascando este boss, querer volver a empezar es algo casi automático. Porque siempre sientes que ha sido culpa tuya y no del azar o de la dificultad del desafío. Los roguelikes cada vez están siendo más sofisticados en este sentido pero en Griftlands me ha parecido brillante cómo hila la progresión persistente y lo lineal de la campaña con las decenas y decenas de pequeñas decisiones y variaciones procedurales que te encuentras en cada run. Cada una de las tres campañas tiene un objetivo y una narrativa fijas, pero cómo se llega a ello es siempre una elegantísima mezcla entre preparación e improvisación.

Joder y ni siquiera me he puesto a hablar de que hay DOS mazos que llevas en paralelo según quieras llevar un estilo más de negociación o de combate, cada uno con su estilo de juego completamente diferente.

Joyitaaaaa.

Reviewed on Sep 04, 2023


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