Este año esperaba cualquier cosa menos acabar enamorándome tanto de este videojuego, una experiencia de pesadilla mientras destruyes todo lo que parezca moverse, un juego que se regodea y explota al máximo su hyper-violencia, su brutalidad, su propia estética o limitaciones.

Una estética única refleja el propio infierno, los niveles son laberintos, pasillos, campos de batallas, lugares que se siente artificiales creados para que los pasee un jugador, pero eso es precisamente lo que lo vuelve enorme, construye el infierno solo para que sea explorado por un jugador, no le importa si es realista, si no tiene ningún sentido como son cada uno de sus niveles, si no que abraza su propia naturaleza para crear un entorno que solo existe en este medio, un infierno de pixeles.
Y precisamente por esto los niveles se sienten vivos, son un elemento vivo lleno de secretos, pasillos, puertas, llaves que encontrar, trampas y enemigos, el propio entorno se convierte en otro enemigo al que derrotar, un elemento vivo al que debemos superar para poder seguir en nuestro descenso a los infiernos.

Este juego es enorme y me parece completamente normal que sea tan importante en la historia del videojuego, porque es único, completamente genuino y tan libre para crear su propio mundo en este medio de una manera que pocas veces se verán.

Reviewed on Sep 01, 2021


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