La manera en que Bleak Sword hace acopio, ya no solo de la estética, sino de la limitación de espacio de ciertos juegos de Spectrum es brillante. La abstracción con la que el jugador se enfrentaba al teclado del Spectrum y la tosquedad de movimiento de aquellos avatares chocan aquí con la inmediatez táctil y la fluidez de todo cuanto hay en pantalla. 30 años de avance tecnológico que se difuminan a través del deslizar del dedo por la pantalla.
Aquellos títulos, con Nightshade (prodigio técnico de los hermanos Stamper, futura Rare) como máximo representante, simulaban las tres dimensiones desde la vista isométrica. Sus entornos eran reducidos y de navegación lenta por imposición tecnológica. Bleak Sword toma escenarios similares a aquellas mazmorras para convertirlas en arenas de combate en las que dar espadazos a hordas de enemigos. Un entorno reducidísimo que gestionar más como en Devil Daggers que como en el último God of War.
Lo curioso es que afronta su pequeño ring ofreciendo un cheque en blanco a la movilidad. El movimiento del avatar no es del todo preciso, pues solo se da con volteretas que cubren cierto espacio de terreno. Pero da igual, porque en la mayoría de juegos con un sistema de esquivas el jugador acaba reduciendo su movimiento a saltitos y volteretas. Bleak Sword castiga el abuso del ataque y no da demasiada recompensa al bloqueo, pero no pone límites al desplazamiento. Esto convierte un entorno a priori restringido en uno para la libertad y el aprovechamiento espacial.
Es una pena que esta manga ancha le reste una profundidad que el juego intenta suplantar con una variedad de enemigos y escenarios que pierde fuelle conforme pasan los niveles. Hay ideas (sobre todo ambientales) interesantes en la primera mitad que se olvidan del todo en la segunda. Y, sin embargo, me sale perdonarle esta falta de enfoque por demostrar que hay buenos videojuegos creados con el dispositivo móvil en mente. Valida una plataforma injustamente denostada.

Reviewed on Feb 15, 2021


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