Bloodborne es probablemente el videojuego con el que más he desarrollado una relación conflictiva en toda mi vida. He pasado de amarlo y defenderlo a capa y espada, a que me generen dudas varias de sus decisiones, encontrándome ahora mismo en un punto donde no sé realmente qué pensar del mismo. Quizá escribir esto ayude a dilucidar algunas cosas.

Algo que sí sé es que el juego no es ni la cuarta parte de lo valiente que se ha intentando pretender que es. En muchos sentidos diría que, incluso, es quizá el más cobarde de los Souls junto a Dark Souls III. Nada de lo que hace genial le es particularmente propio, mucho viene heredado de Demon's Souls de cara a sus pretensiones arquitectónicas, que se ha buscado instalar como novedad porque tanto Dark Souls 1 como 2 habían pasado en mayor medida de ello, con muchas de sus decisiones más atrevidas, sobre todo las que buscaban sustraer para generar una impresión más pura, quedándose a medias porque no vaya a ser que se distancie demasiado de los títulos previos.

Yharnam es un lugar fantástico por el que recorrer, pero la obsesión monocromática con una idea muy vencida y gastada del gótico inglés con corte victoriano (estética que a día de hoy no podría ser más impersonal dentro del medio) permea muchísimo la visión de conjunto, volviéndola en un lugar relativamente redundante que apaga su excelsa construcción de ciudad. Inclusive su otra variedad colora, la de los sueños, peca de una uniformidad conceptual que se acurruca demasiado cómodamente en estereotipos del terror cósmico, temiendo salir de solo abrazar las ideas más esenciales del género (temáticamente sabiendo hacer muy poco nuevo más que ser Dark Souls pero relativo a la dicotomía sabiduría/locura) y optando por no mover el terreno en prácticamente ningún frente, ni siquiera proponer algo, solo reverberar más de lo mismo que lleva cien años escribiéndose de Lovecraft y sus sucesores, "pero con estilo Souls."

Inclusive muchas de sus innovaciones, en el terreno de enemigos en forma de bestias mucho más agresivas, terminan quedando a medias porque la saga siempre pecó de apenas contener nula interacción entre tus acciones y las del oponente. Es un ciclo reactivo que orbita demasiado a menudo en hacer sidestep para burlar la gran mayoría de peligros, quitando por el camino la variedad de planteamientos en los enfrentamientos, pues ahora los golpes uno a uno mandan. Mientras juegos previos solventaban esto con un enfoque mucho más marcado por lo RPG, tanto a nivel de estadísticas como en la resolución de situaciones fuera de simplemente ir a los puños, es un juego futuro, Sekiro, quien realmente trajo esta capa de interacción contra los ataques enemigos, como para hacer de estos una experiencia verdaderamente contundente en el plano jugable, que no dependientes de la construcción externa a los mismos.

El factor RPG también disuena mucho más aquí que en los demás. En la ausencia de builds reales, con armas polivalentes dispuestas para prácticamente todos los usos posibles, Bloodborne fue el punto más alto de un Souls que lo tenía todo para convertirse en un juego de acción como tal, pero decidió no hacerlo. Necesitaba cargar con el lastre que le suponen los sistemas de leveleo en un juego donde prácticamente ni se aprovechan, solo quedan reducidos a upgrades binarios que se miden en una escala de cuánto tiempo de combate acortamos.

Creo que, especialmente tras Sekiro, mi imagen de Bloodborne no ha hecho más que venirse abajo. Ni siquiera me interesa discutir cuál es realmente mejor, porque lo que me parece importante es que uno de los dos se compromete realmente con su propuesta, por mucho que siga cargando con el espíritu de su equipo creativo, mientras que el otro está atado de manos al punto en que le es imposible distanciarse lo suficiente. Qué más dará que no tenga Souls en el nombre.

Reviewed on Jul 18, 2022


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1 year ago

dilo mas alto reina