Hace mucho que no terminaba un juego cuya raison d'etre fuera, simple y llanamente, ser muy, muy divertido. Mario 64 no necesita ser perfecto ni haberse mantenido vigente en cada uno de sus aspectos, porque su apuesta depurada y honesta por el entretenimiento lo compensan todo.

Si bien no pueden dejar de mencionarse sus defectos ―un final anticlimático cortesía de un Bowser que se muere a la primera, algunos objetivos super crípticos, y, sobre todo, una cámara que, pese a lo ajustable, nunca deja de estar rotísima―, ninguno de estos realmente opaca la experiencia general ni lo impactante que resulta su contribución a las mecánicas 3D.

La curvatura de aprendizaje también es algo digno de elogio, quizá en parte gracias a su avance no-lineal. Excepto por, quizá, Rainbow Ride (maldito nivel del infierno) el juego aprieta pero nunca ahorca; casi cada estrella se siente como un logro, un triunfo del sudor y la persistencia, pero nunca como algo completamente fuera de tus capacidades.

En general, la relación controles-niveles-dificultad, si bien no se halla tan pulida como en los posteriores Galaxy, sigue siendo asombrosa, más tomando en cuenta la cantidad de cosas que tuvieron que diseñar prácticamente sin precedentes. Me atrevo incluso a decir que tiene el conjunto de niveles más memorable de toda la saga, lo cual no es decir poco.

Reviewed on Feb 28, 2023


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