Segunda parada en el viaje de jugarme todos los juegos de Kiryu, y la última antes de hacer una pausa para evitar el empacho.

Este juego sale muy beneficiado de su remake. Como tal, es una secuela que sufre mucho de la sensación de que está hecha por inercia, porque el primero funcionó, sin saber exactamente qué quiere hacer. La historia es entretenida y tiene un buen villano principal, pero es derivativa de la del primero, se pierde en varios desvíos poco interesantes y además se centra demasiado en un romance bochornoso ya en su día, pero aún más ahora. Uno sale con la sensación de que la entrega no aporta nada que vaya a dejar un impacto real a largo plazo en la saga.

Por suerte, la versión Kiwami cuenta con el motor del 6, lo cual supone un salto enorme en todos los apartados jugables con respecto al remake anterior que hace que sea simplemente mucho más divertido de jugar. Hasta tal punto que es el primer juego de la saga en el que me he pasado todas las misiones secundarias, porque me ha resultado más asequible y disfrutable hacerlo.

Además de eso, propone dos de esas actividades secundarias roba-horas que siempre disfruto mucho en un Yakuza, una de ellas suponiendo un regreso y una secuela de mi favorita del 0. La otra, Majima Construction, no me ha atrapado tanto y he debido dejarla en la última misión por un pico de dificultad demasiado absurdo.

Pese a mis críticas, al final le he dedicado más horas que al primer Kiwami y me ha tenido enganchado todo el mes. Aprecio mucho que las dos entregas originales estén disponibles en un formato más cómodo de jugar hoy en día, permitiendo disfrutar de toda la saga del tirón de esta forma.

Ahora, a tomarme un descanso y luego tocará la trilogía de la generación de PS3.