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Etrian Odyssey IV es un juego por el que tengo un cariño especial. Si bien, "racionalmente", siempre lo he mirado con cierta distancia al momento de pensarlo como de mis favoritos, la experiencia con el mismo tiene un carácter zen para mí, me reconecta con momentos muy duros de la vida en 2015, donde me retraía en un parque y me quedaba todo el día jugando y rejugando esta entrega.

Lo inmediato es que EOIV, a falta de todavía revisitar una vez más el aclamado tercer juego, da muchos pasos equívocos que desvirtúan varios de los aspectos más interesantes del planteamiento clásico de la odisea, buscando remoderlarse para apelar a una suerte de "nueva era" que se corresponda con su llegada a la 3DS, y por lo mismo, a las tres dimensiones como tal.

De una, EOIV es un juego precioso, melódicamente sublime y sabe construir sus espacios con un cariño y un tacto que creo ningún otro en la saga consigue rivalizar. El problema está al momento de plantearnos un por qué, y es donde el juego trastabilla y desarticula progresivamente su forma.

Legends of the Titan recupera varias de las innovaciones que hicieron al combate tan interesante en su tercera entrega, especialmente en lo que se refiera a versatilizar la customización de las clases y crear estrategias absurdísimas. Lejos quedaron las ataduras de los dos primeros juegos, enfrascados en supeditar el combate a la simple supervivencia, un "cómo nos las arreglamos" durante la expedición, para adquirir personalidad propia y expresarse en prácticamente cualquier forma que se la desee. Murallas humanas, combos, administración de recursos, cooldowns, activaciones multihit, multiplicadores por estados alterados, lo que se quiera. EOIV tiene un combate extremadamente adictivo que explota las virtudes de los enfrentamientos por turnos como muy pocos. El problema es de ingenio.

EOIII es un juego único donde los artistas desecharon todo lo que habían construido en las entregas previas para arrojarnos a un mundo nuevo, plagado de clases propias que, por lo mismo, tenían libertad absoluta para crear escenarios de combate que no serían posibles con estructuras más generales. La cuarta entrega, por contraparte, prefiere conformarse con recuperar parte de esa esencia clásica, y el resultado es que aunque el combate sea muchísimo mejor, la variedad de herramientas y la creatividad misma de los equipos se desploma.

Definitivamente estas son las mejores versiones de dichas clases, pero aún así, seguimos hablando el mismo lenguaje del JRPG convencional. El resultado es un universo jugable rico, pero que necesita sentirse cómodo en lo ya probado. Y lastimosamente, esta filosofía se traslada al resto de apartados, con resultados menos afortunados.

Quizá es por el exceso de técnicas modernas que hacen la navegación más ligera, pero rejugar EOIV es doloroso porque su velocidad es eterna. Las animaciones se repiten una y otra vez, y el no poder correr lo vuelve en el único EO actual sin una versión, ya sea remake o port, que subsane un mínimo de agilidad para afrontar el laberinto a un ritmo menos quejumbroso. Esto lo vuelve especialmente pesado cuando recaes en que, efectivamente, se trata del juego más corto de la saga, con los laberintos más sencillos y pequeños, pero que de algún modo acaba sintiéndose como si durase lo mismo, sino es que más, que otros títulos que tienen mucho más para ofrecer.

Todos estos problemas orbitan alrededor de su mayor intento de renovación: el vuelo. Tener un pequeño mapa del mundo dividido en zonas para acceder a los Stratums, con desvíos hacia calabozos menores, suena como una idea interesante, que toma el ortopédico sistema de navegación de Drowned City para expandirlo. El problema es que es una ecuación que resta, no que suma, puesto que en pos de no sobrecargar alrededor de dicho mapamundi el resto de escenarios se comprimen.

Para un juego tan aventajada estéticamente es triste ver un acabado tan lineal y plástico. Inclusive sus eventos aleatorios se han visto estandarizados, permitiendo mucho menos la creación de pequeños relatos y la variedad de situaciones en múltiples partidas.

EOIV es un juego que cree que yendo a más, en escala, realmente se crece, cuando en realidad es el juego que más ha acabado achatándose.

Como siempre, toca revisar cada Stratum a ver qué puede ofrecernos.

I - Lush Woodlands
El Stratum introductorio es importantísimo en Etrian Odyssey, no solo porque fungen como tutorial, sino porque establecen las expectativas sobre, bueno, el todo que conformará al juego. Colores, tonos, ritmos (jugables y musicales), y enseñanzas en forma de injusticias para que aprendas a nunca fiarte de nada.

Lush Woodlands es extremadamente funcional como primer Stratum, pero al mismo tiempo se percibe como tan formulaico que pierde identidad. Si no fuese porque Storm es un tema fantástico que ha trascendido incluso su propia saga, la rutina de movernos por estos prados sería todavía más dura.

Aún así, dentro de todo, EOIV se las arregla para mostrar su mejor cara. Si bien es derivativo y recicla las mismas tónicas de los dos primeros juegos, logra transmitir esa sensación de estar en "la nueva era", revestir lo clásico para aventurarnos en una configuración actual. El escenario tiene cierto carisma, y las expectativas todavía afloran.

II - Misty Ravine
Lastimosamente, como tan a menudo suele pasar con estos juegos, es en el segundo Stratum donde el juego se atraganta, y dependerá demasiado de las herramientas generales del mismo, así como del buen sabor de boca que pueda dejarnos lo que siga más adelante, para saber cuán sencillo de sortear resultará, sobre todo en partidas repetidas.

Misty Ravine, para mí, es un Stratum que no funciona. Si bien quiere recuperar algunas ideas interesantes de los bosques de porcelana del juego anterior, intenta mimetizarlos en un momento tan temprano de la aventura que realmente no tiene espacio para explorarlos como se debe. Es un gimmick complejo, pero que debe forzarse como simplón para no desorientar tan tempranamente al jugador.

Por lo mismo, su propia cualidad como arbolada onírica en la que viven espíritus de ensueño se ve tristemente tropezada por un desarrollo bruto, con poca chispa, y mejoras a modo de upgrades binarios que hacen todavía más inconsistente el progreso dentro del mapa del mundo.

Es aquí también donde el sistema de clases comienza a mostrar sus fisuras, volviendo más complicado asignar puntos a lo que realmente queramos por las trabas adicionales que mete al sistema de leveleo.

Es muy mal indicio cuando un EO se desordena tan temprano, y lastimosamente creo que Legends of the Titan sufre muchísimo de esto. El interés inicial también lo he visto disipado porque el propio contexto se vuelve binario, el laberinto se ha visto fragmentado en zonas separadas y, por lo mismo, cada espacio está en control de una tribu. Idea a priori interesante, pero lo que hace es quitarle incidencia al Meikyuu del título en japonés, y estandarizarlo como JRPG de visitar zonas y poblados. Unos que, además, están apenas trabajados por las cortitas ambiciones narrativas del juego.

III - Undersea Grotto
A veces es necesario dar un paso atrás y respirar, y creo que Undersea Grotto entiende a la perfección las dificultades que ha venido arrastrando el juego, y decide tomar decisiones más que interesantes.

Con un tema ominoso y desolador, con pequeños tambores acompañando la frialdad del terreno, se marca un primer punto de absoluta genialidad: ahora que los Stratum son zonas aisladas, hacer que existan dos entradas posibles.

Lo que en principio parece una tontería se revela como una decisión super llamativa, contextualizando mucho mejor a los expertos del Bushido que habitan esta zona como hombres-animales viviendo a merced de una amenaza interna que no pueden controlar. Han sido desplazados espacialmente de su propio entorno, y los tentáculos de esta bestia, candente y aterradora como ella sola, crean un contraste desalentador con el exterior, cubierto en su totalidad por nieve. A base de puras estalactitas tocará abrirse paso y recuperar lo que ha sido ocupado.

Los terceros Stratum, por lo general, siguen manejándose por gimmicks sencillos, y la gruta comprende tan bien esta lógica que decide simplemente retrabajar con los espacios congelados, al igual que en la segunda entrega, pero creando momentos de inversión donde se tiene que jugar con el frío y el calor.

Lo que queda es una expedición divertida, que toma lo mejor de la cuarta entrega (incluso por este tramo es que se libera el segundo set de habilidades, así como las sub-clases), y sabe exprimirlo casi en su totalidad.

Sus únicos lastres son generales de la experiencia completa, como ser un entorno tan breve y troceado en laberintos menores.

IV - Echoing Library
Si hay algo que puede salvar fuertemente a Legends of the Titan es sin duda la biblioteca antigua. De una al entrar eres recibido con un contraste sonoro intenso: pequeños ecos que atestiguan a este espacio como uno donde se conserva la verdad oculta sobre este mundo, pero también retenido por la épica bélica que los imperiales están administrando sobre la zona.

Si en algún momento del juego su estructura por mapamundis, sub-mazmorras y Stratum funciona es sin duda aquí, pues es donde narrativamente saca más partido de los pequeños giros, como hacer a Logre un personaje recurrente que, por una vez, pone en tensión a la propia compañía que desarrollas con los NPCs en tu aventura.

Y esto es una lástima, porque EOIV debe ser fácilmente el juego con peores personajes no jugables hasta la fecha, pero aún así logra destacar en ciertos momentos, construyen un relato más unificado durante dos Stratum consecutivos que, a todas luces, hacen que el nombre adquiera sentido: redescubrir una leyenda perdida, varias facciones en juego viendo quién es el primero en detener o invocar a los titanes que alguna vez fueron los reyes absolutos de Tharsis.

Plagado de automátas que recuerdan a un tiempo pasado, ya fallecido, y flores de cerezo que no atraen sino repliegan de poder avanzar hacia el norte. Lo caduco está patente en la sabiduría de los libros, una suerte de inmanencia que solo le pertenece a los muertos. Su construcción como Stratum es interesante y desafiante, muy encerrada a sí misma además, pues los bloqueos artificiales puestos para obligarte a estar aquí, y solamente aquí, lo vuelven en el momento más clásico dentro de un juego que tan a menudo no parece saber si quiere vivir en el pasado o apostar por lo nuevo.


V - Forgotten Capital
El peor Stratum 5 de la saga. Me duele decirlo, pero EOIV hace tantas cosas mal que es doloroso.

Es incluso ridículo hablar de lo importante que son para mí los Stratums 5, pero haré el intento. Etrian Odyssey sigue una estructura gradualista muy interesante, con un primer laberinto que sirve como introducción temática al juego, enseñándote a sobrevivir, que se ve contrapuesto con un segundo menos loco, que aunque suele perder por su estoicidad y reiteratividad, mantiene la filosofía de seguir poniéndote a prueba, siendo lo mismo pero con un girito más, de llevarte sobre los niveles 20 para que estés listo antes de romper con los estándares.

El tercer Stratum es ese punto de quiebre - el contexto da un giro, se desvelan nuevas capas que hacen de este universo mucho menos predecible de lo que esperarías, y con ello se perfila una reinvención a futuro que suele encanar el cuarto Stratum, llevándonos al punto onírico de la odisea, donde lo decadente o lo muy vívido atestiguan que hay una amenaza a la vuelta de la esquina, un escenario donde todo hará simbiosis y el quinto Stratum saldrá a coronarse como lo último por afrontar.

La capital olvidada nos da la bienvenida con un tema impresionante, con una profundidad melódica renovada en Koshiro, quien ahora se permite trabajar con instrumentos reales y, por lo mismo, aprovechándose de la sonoridad del viento y los cascabeles para mostrarnos un entorno plenamente abandonado, el instante congelado en el que los antiguos alguna vez reinaron en gloria, pero que hoy no es más que rocosidad sostenida por los deseos de plantas carnívoras.

Y lo peor son sus decisiones jugables, siendo el único Stratum de la saga en la que solo tenemos un mísero piso, con apenas desafíos interesantes, pero que a cambio intentan hacernos reconectar con la experiencia completa, volviendo a atravesar zonas previamente no accesibles de los cuatro anteriores. Para mí, es una decisión forzada que intenta unificar al juego de forma pobre, no entendiendo las virtudes del laberinto visto como unidad, como torre, como un ascenso o descenso que observa en las ruinas toda la historia de la humanidad.

Para Etrian Odyssey IV estos saltos son arbitrarios y a destiempo, el universo no se presenta como cohesivo sino como herramientas para desbloquear una puerta final que nos lleve a un último enfrentamiento con un personaje conocido. Solo que, a diferencias de las entregas anteriores, es alguien salido más o menos de la nada y con muy poco interés, pues los imperiales se revelan desde el vamos como una fuerza corrupta que no está en la sintonía natural del mundo como para permitirse despertar a los titanes.

Además, el combate final de la aventura ni siquiera se lleva a cabo en el propio Stratum, obligándonos a subirnos a nuestro globo aerostático para una última mini expedición prácticamente sin viaje, que perfectamente podrían haberse saltado.

Y esto es una lástima, porque dentro de todo creo que EOIV sabe cómo cerrar su relato y plasmar un combate final interesante. Pero a todas luces, las deficiencias de su diseño salen a relucir mucho más fuertemente aquí que en cualquier otra entrega, y eso para un quinto Stratum es, personalmente, imperdonable.

VI - Hall of Darkness
Hablar de un sexto Stratum casi siempre es interesante, porque su condición de post-game les permite tomarse libertades que ningún otro tiene. Puede ser literalmente sobre lo que sea, solo siguiendo tres normativas hasta donde yo entiendo, y sobre las que me volvería a interesar posicionarme.

Por un lado, su banda sonora es espectacular, apartándose de la sensación monótona y extremadamente aburrida de pesadez del primer juego, pero no logrando el conflicto emocional-onírico que con tanta elegancia nos presentaba Etrian Odyssey II en su bosque prohibido. La oscuridad aquí manda, y la banda sonora opta por ese minimalismo ocre, donde los sonidos no se prestan para narrar musicalmente una pieza, sino para que sintamos pánico. Que sea difícil distinguir qué está en la canción y qué está retorciéndose por debajo nuestro, ¿o será detrás? Quizá a la vuelta de la esquina. Pocos entornos han logado tomarse tan a pecho la idea del "laberinto" entendido como espacio agónico y terrorífico, y eso Hall of Darkness lo logra con muchísima elegancia.

Su mayor contrapeso está, lastimosamente, en que narrativamente no sabe muy bien qué es lo que quiere contar, porque mucho más que en cualquier otra entrega el quinto Stratum es tan resolutivo y cierra prácticamente todo lo que podía decirse de su mundo, que recurrir a la escenografía del terror, y sugerir, como si de un antiguo laboratorio abandonado se tratase, de un experimento que salió mal y que pareciera anteceder a la propia vida se me queda corto. La capacidad de un sexto laberinto para replantearnos la unidad completa de la aventura aquí se ha visto desplazada por, otra vez, el propio formato que esta entrega decidió utilizar. No hay cohesión posible cuando ha quedado todo relegado a un castillo propio, separado y oculto.

Algo similar ocurre con su papel como torre de desafíos. El sexto Stratum debe retarnos y ser la parte más insufrible del juego, llevar las tácticas de supervivencia al límite y obligarnos a replantear cómo abordamos la expedición. La odisea toma lugar en su capacidad de no poder concretarse, pero Hall of Darkness está tan seccionado y repartido en pequeñas salas de desafíos que incluso así no logra destacar.

Es desafiante, pero el que menos y por bastante diferencia. Que siga siendo de tres pisos no ayuda, y el cómo está construido, y que finalmente su último combate se remita a un binario de si lograste resolver o no las secuencias crípticas de aquel loco que alguna vez estuvo allí y usó este espacio como lugar de pruebas, en fin, no renta. La brevedad lo hace más amable de llevar que en juegos anteriores o futuros, pero quizá justamente eso es lo contrario a lo que debería transmitir.


Etrian Odyssey IV: Legends of the Titan se ha llevado muchas impresiones negativas por mi parte, pero creo que sigue siendo un juego interesante, con muchas virtudes, haciendo especialmente mención a lo notable de su combate y estrategias. El problema es que como experiencia Etrian Odyssey palidece, y no es de extrañar que la quinta entrega haya sido una continuación mucho más directa de todas las virtudes que tanto caracterizan a la saga, dejando a la cuarta odisea como un experimento que, simple y llanamente, no terminó de cuajar.

A neat and multi-layered experience that does a fun spin on the sokobon puzzle form! the mysteries are of the cryptic mechanics and multiple unclear endings variety), but the meat of the game is solving grid-based sokobon-esque puzzles that have a bit of overlap with gameboy adventure stuff, note-taking on things that might be clues, and testing out ideas.

Lleva siendo mi GOTY desde hace meses pero por fin he podido terminar la segunda y tercera ruta (son dificiles)
No he conseguido el true ending secreto porque no me da la cabeza aun pero es que no me hace falta es que es una locura de juego.

No deja de sorprenderte y cuando no está sorprendiendote, está dandote en el corazoncito. Probablemente de mis puzles favoritos para siempre.

jesucristo bendito this fucking game

A surreal experience in an environment of brutalist constructions that demand that us leave at all times. It's clear that we're not invited to the corridors and rooms we'll walk through during the game and that nothing is made for us; everything feels alien. Later on during the game certain things are elucidated that contradict this initial premise a bit, but it's best to be experience by ourselves, it's very much worth it.

Doom

1993

Todos los shooters son bastardos, y si alguien lo niega, te está mintiendo.

Ahora bien, partiendo de ser un cagón y un negado en este tipo de juegos, las primeras impresiones tras jugar a 'Doom' por primera vez en mi vida fueron bastante positivas. Esperaba algo porculero, petado de enemigos, un tanto cringe considerando como era la esfera satánica de los 90s, y un montón de sucias trampas para hacerte sentir el pavor del infierno. 'Knee-Deep in the End' no es nada de eso, sino una primera campaña muy acogedora, accesible, y altamente rejugable por la dulce curva de dificultad que propone. Poco a poco introduciendo nuevos enemigos, mapas con una geometría más compleja, más armas, áreas secretas, etc. 'Doom' se siente como una aventura más que un carrusel de profanaciones y demonios aterradores, te anima a aprovechar las coberturas y la mirilla exageradamente generosa que tiene tu armamento, te llama a buscar secretos entre sus paredes en busca de armas con mayor capacidad destructora, el juego que hace con luces intermitentes está muy bien aprovechado también para alterar el gameplay. Aun siendo un episodio tenebroso, su atmósfera parece más caricaturesca dada la amplia variedad de colores y que los sprites de algunas criaturas son bastante básicas como para espantar a nadie (aunque quizá la sociedad se haya insensibilizado hasta que lo anormal de 'Doom' nos parece tibio de violencia).

El carácter survival eleva la experiencia a otro nivel, siempre y cuando puedas manejarte por las profundidades que conducen al mismo infierno. En ese sentido, conforme el juego va ganando en intensidad y las horas de enemigos van creciendo en número y peso, el pavor es inevitable que surja en algún momento y las grietas de su jugabilidad sean más evidentes. En 'The Shores of Hell', el diseño de niveles adopta formas laberínticas y coloca más puertas que sólo pueden traspasarse con 1-2-3 llaves, naturalmente rodeadas de trampas que se activarán en el momento exacto que obtienes el objeto en cuestión (¡qué casualidad!). Estas emboscadas pasan a ser algo más a lo que acostumbrarse, los jumpscares son más recurrentes, e incluso los ruidos que hacen los monstruos (que resultan hasta cómicos durante el primer episodio) consiguen que tus piernas tiemblen antes de tomar la iniciativa al pulsar un interruptor, al abrir una puerta. La munición empieza a escasear, y si por algún casual mueres y tienes que reiniciar el nivel de cero, es mucho más difícil progresar con el inventario vacío de salida. 'Doom' aquí deja de percibirse como algo placentero o que transmite vibes de frac y cervecita, sino como un legítimo desafío que conviene tomarse en serio para terminar la partida.

No sé si hasta cierto punto, 'Doom' prefiere perder su enfoque como padre del boomer shooter y el 3D contemporáneo, buscando ser más sádico con el jugador en las fases más avanzadas de la aventura. 'Inferno' trata de exprimir los límites del cerebro de Carmack (un capullo de manual) con fases más abiertas, más propensas a ser flanqueado de enemigos en todas las direcciones. Forzando a que el jugador transcurra por lava y superficies tóxicas que hacen pupa, escondiendo salidas en rincones que no podrías visualizar en la cabeza, multiplicando puntos de teletransporte para que no sepas muy bien hacia dónde dirigirte (si bien la función de mapeado y sus gráficos vectoriales es estupenda). La motivación de seguir es un poco lo de menos, y el factor supervivencia reina por la aparente imposibilidad de doblegar a todos y cada uno de los demonios que tienes delante. Así que sí: 'Doom' terminó convirtiéndose en aquella pesadilla que imaginaba al principio. No en vano, el camino hacia el infierno no deja de ser un canto a la desesperación y la locura de aquellos que se creen sabedores de sus horrores.

Una cosa no quita la otra: jugar a 'Doom' te hace reflexionar sobre la capacidad de asombro que tiene el videojuego contemporáneo. Para ser una obra con +30 años de antigüedad, 'Doom' ha soportado muy bien el paso del tiempo y se mantiene como un juego muy intuitivo e impactante desde el primer balazo. Su banda sonora y la mayor parte de sus diseños artísticos siguen molando mucho, la gente detrás del juego quizá no tanto. Al mismo tiempo, el 'Doom' original parece existir en una realidad paralela cuya influencia no parece tan latente en el triple A moderno, aquel que necesita recrearse en su presentación y ser quisquilloso hasta la saciedad para que su jugabilidad se sepa genuina. Lo tenemos todo muy visto y es difícil que algo nos sorprenda. Pero 'Doom' fue único cuando salió al mercado y parte de su encanto parece recluido en esa extraña proyección 3D en la que fue concebido, y que inspiraría a tantos desarrolladores a posteriori. Es un juego especial y ha sido muy bonito descubrirlo, aunque personalmente no sea mi tipo, ni tenga mucha intención de probar otros juegos por el estilo.

***

[Esta reseña viene de la versión remasterizada en PC que Bethesda e id Software publicaron en 2018. No he tocado el episodio extra 'Thy Flesh Consumed', añadido en posteriores ediciones del juego. No creo que hubiese alterado mi visión del juego, de todos modos.]

Una excusa gigante y enrevesada para hacer sufrir a la protagonista. Todo vale para sacarla llorando o gimiendo o sintiendo dolor en general. El juego pretende hacer ver que lo que ocurre es horrible y debe hacernos sentir mal, pero al mismo tiempo se regocija en ello repetidamente, sugiriendo sin querer un gusto por el dolor ajeno. El femenino, concretamente.

Pornomiseria. Y, para colmo, ridícula.

'Metal Gear Solid: VR Missions' (o Special Missions en Europa) fue distribuido en principio como un CD adicional de la edición completa 'Integral' de MGS, pero fue también publicado por separado con algunos cambios por el camino. Está pensado como un punto de entrada alternativo a la obra dirigida por Kojima, a caballo entre un tutorial y un "Break the targets" que ponga de manifiesto las técnicas avanzadas de Solid Snake. Poner el énfasis en su inventario, utilizarlo de formas inteligentes, divertidas, curiosas, y centrar MGS puramente desde un enfoque donde la jugabilidad reina sobre todo. Por encima de cualquier parafernalia de Kojima y sin que nos esté interrumpiendo cada 5min con sus aspiraciones cinematográficas y narrativa rocambolesca.

Y lo mejor es que funciona. Las 'VR Missions' sintetizan todo lo que hace MGS único en una expresión minimalista, con una gran variedad de objetivos y formas de resolver cada uno de sus 150 niveles (300 para el juego ya que cuenta doble cada nivel: por prácticas y contrarreloj). Como producto a lo sumo, son complementarias al tótem que supone el juego principal, pero son tan concisas en su simplicidad que se hacen realmente entretenidas de jugar y rejugar. Por una parte completando las "prácticas" y luego aspirando al mejor crono, los cuales son bastante interesantes de intentar ya que incluyen marcas de los desarrolladores bastante competitivas, que obliga a plantearse nuevas estrategias sobre la marcha para optimizar el tiempo y consumir menos munición (lo cual reduce también el tiempo final). La gran mayoría de niveles están enfocados al uso de un arma específica y utilizarla de manera creativa para resolver la fase, pero también hay otras en las que debes pasar desapercibido hasta la meta, y luego un "modo especial" que incluye los conceptos más raros y bizarros (y más currados) del CD, aunque requiere de un alto porcentaje de juego completado para acceder a ellos.

Sin ser algo rompedor de por sí, las VR Missions son una alternativa ideal a la aventura principal de Kojima, y hasta cierto punto resultan más atractivas de jugar. Sin embargo, el juego principal sigue siendo el todo, tiene la atmósfera, el contexto, la parafernalia de Kojima. Por mucha manía que le podamos coger al creativo japonés, entre sus ambiciones se atisba un espíritu trasgresor y revolucionario que, cuando funciona, eleva sus videojuegos a otro nivel (aún con sus problemas). Las 'VR Missions' no pueden sustituir a Kojima en su apogeo creativo, pero sí sirven para descubrir que más allá del culto de personalidad se esconden unas bases jugables sólidas y escudriñadas hasta el más mínimo detalle. ¿Por qué no aprovecharlas?

Hay algo extraño con esto y es difícil ponerle nombre. Shining in the Darkness ya hacía un gran esfuerzo para, a pesar de no diferenciarse, tomar ciertas convenciones y crear una dinámica con ellas. Lo suficientemente interesante como para crear esa sensación de "una vez y ya".
Esta secuela de apenas un año después se diferencia básicamente por cambiar a otro género y así conservar en parte lo mismo, su identidad visual, pero cambiando el aspecto jugable a otro género, el táctico (¿se estaba volviendo más popular seguramente?). Aún así no se conforma y va más lejos e imita el estilo de FE Gaiden, el cual tenía segmentos de JRPG clásico. Pero, al mismo tiempo, ignora lo que esta saga valora, y Shining Force no desea que haya vínculos entre los personajes de tu propia unidad, o siquiera entre tú y ellos. O tú y tu avatar principal. Por eso no hay permadeath, porque sería totalmente inconsecuente ya hubiera personajes desarrollados entre tus filas o no. Además, matan al rey al principio de la historia sin una razón de mucho peso (eso sí es permadeath), y esa figura tiende a ser emblemática en los JRPGs de los que toman referencias. Una acción como esa, teniendo a su lado toda aquella despersonalización de personajes con los que más vas a verte involucrado (es decir, ¡la Shining Force!)... da la impresión de que el equipo detrás no sabe abordar bien el drama, o un mínimo concepto de pérdida.

La usuaria Marianelalela consideró en un texto suyo que bien podrían categorizarse los videojuegos en función de las emociones que transmiten y no tanto en sus formalizaciones de gameplay. En ese sentido, se queda lejos de transmitir algo y lo poco que hace con sus ingredientes jugables se queda en un germen. Puedes mover las piezas que te dan, pero ahí está el problema principal: que solo puedes hacer eso. Vuelve cualquier proceso de avance, lento, porque tanta despersonalización y ausencia de drama omite cualquier pieza sentimental. No existen y no se pueden mover por tu mente.