Segunda parada en el viaje de jugarme todos los juegos de Kiryu, y la última antes de hacer una pausa para evitar el empacho.

Este juego sale muy beneficiado de su remake. Como tal, es una secuela que sufre mucho de la sensación de que está hecha por inercia, porque el primero funcionó, sin saber exactamente qué quiere hacer. La historia es entretenida y tiene un buen villano principal, pero es derivativa de la del primero, se pierde en varios desvíos poco interesantes y además se centra demasiado en un romance bochornoso ya en su día, pero aún más ahora. Uno sale con la sensación de que la entrega no aporta nada que vaya a dejar un impacto real a largo plazo en la saga.

Por suerte, la versión Kiwami cuenta con el motor del 6, lo cual supone un salto enorme en todos los apartados jugables con respecto al remake anterior que hace que sea simplemente mucho más divertido de jugar. Hasta tal punto que es el primer juego de la saga en el que me he pasado todas las misiones secundarias, porque me ha resultado más asequible y disfrutable hacerlo.

Además de eso, propone dos de esas actividades secundarias roba-horas que siempre disfruto mucho en un Yakuza, una de ellas suponiendo un regreso y una secuela de mi favorita del 0. La otra, Majima Construction, no me ha atrapado tanto y he debido dejarla en la última misión por un pico de dificultad demasiado absurdo.

Pese a mis críticas, al final le he dedicado más horas que al primer Kiwami y me ha tenido enganchado todo el mes. Aprecio mucho que las dos entregas originales estén disponibles en un formato más cómodo de jugar hoy en día, permitiendo disfrutar de toda la saga del tirón de esta forma.

Ahora, a tomarme un descanso y luego tocará la trilogía de la generación de PS3.

ellblade Senua’s Sacrifice es un viaje al interior de la mente. No es un juego de terror, pero tampoco es una historia agradable. Es real, duro y cruel como la vida misma. Con desafíos y sacrificios que son duros, tanto para Senua, como para nosotros.

Viajaremos a su pasado, a como lo enfrentará sus miedos, su oscuridad y su sombra. Con puzles sencillos, que están ahí para demostrar que las personas con enfermedades mentales, hacer lo más sencillo, les cuesta un mundo el superarlo. Un simple gesto como levantarse de la cama, o caminar hasta la cocina. Comer, beber… Respirar. Todo cuesta más y es un reto al que enfrentarse día a día. Ya no digamos la perdida de un ser querido, una persona, que como en este caso, era la luz guía de Senua. Una muleta en la que apoyarse en su caminar.

Los combates contra sus miedos y los norteños, hacen que veamos como es una auténtica guerrera celta. Una guerrera que pone el foco y se concentra en su enemigo para derrotarle. Una danzarina de la espada que no le importa mancharse con la sangre de sus enemigos.
—Aunque por poner una pega, en ocasiones cuando tocaba enfrentarse a los norteños, la cámara iba como loca y se ponía en un ángulo en el que no veía nada y hacía que matasen a Senua…

El apartado sonoro es la parte más importante del juego, las voces, la narradora, sonidos, la atmosfera apabullante, la banda sonora… todo se une para crear esa sensación de vivir con Senua, de sentir su psicosis, su oscuridad, su miedo.

La locución, a pesar de no estar doblada al español, es maravillosa, esa profundidad que da la Sombra y el temblor de la voz de Senua cuando tiene miedo… La calidez con la que habla la narradora o el propio Dillon cuando se dirige a Senua. Ese cuidado y ternura que dejan el corazón calentito.

El viaje de Senua me ha maravillado, tanto por su aspecto visual como en conjunto. Es un viaje para jugarlo con la calma, fijándose en los detalles y prestando atención a las historias de Druth.
Un juego que se disfruta y te deja poso, un juego para entender y quizás comprender a las personas con una enfermedad mental.

Es un juego que se ha creado con cuidado y mucho mimo y que sin duda merece la pena jugar al menos una vez en la vida.